Un aspecto no incluido en el análisis de la crisis económica y del plan anticrisis es la emergencia de protestas sociales focalizadas en regiones, en las que el crecimiento no ha llegado ni por el lado del mercado ni por el Estado. Estos conflictos sociales no son fruto de la crisis económica, sino de la crisis distributiva y de la debilidad del Estado.
Estamos frente a una crisis distributiva definida como una situación de profunda desigualdad de oportunidades, que no se puede resolver dentro del orden socioeconómico existente, y que requiere de una intervención decidida del Estado para compensar esta situación con políticas redistributivas.
El problema de fondo es que el modelo económico adoptado por el Perú, desde 1990, genera crecimiento económico sin reducir la desigualdad. Mientras el crecimiento va en ascensor, la equidad va por la escalera. La crisis distributiva proviene de que quienes van por la escalera probablemente no alcanzarán a los que van por el ascensor. Eso genera frustración y envidia, porque el sistema no tiene posibilidades de autocorregirse y de hacer que todos vayan por la misma vía o a la misma velocidad.
Ante esto solo cabe la intervención decidida del Estado, para corregir o, por lo menos, para aminorar las desigualdades, afrontar la crisis distributiva y reducir las tensiones sociales. El problema actual es que el Estado, pese a tener recursos financieros para redistribuir, no tiene la capacidad para suministrar educación adecuada, servicios de salud que prevengan la muerte infantil por el frío o de construir una carretera en el plazo ofrecido. Es decir, el principal problema de la actual situación es que tenemos un Estado débil que no puede gastar con calidad, oportunidad y donde se lo necesita.
Un crecimiento que no genera equidad más un estado débil puede ser la combinación que podría llevar el péndulo peruano hacia el intervencionismo.
Por: Efraín Gonzales, Economista
Estamos frente a una crisis distributiva definida como una situación de profunda desigualdad de oportunidades, que no se puede resolver dentro del orden socioeconómico existente, y que requiere de una intervención decidida del Estado para compensar esta situación con políticas redistributivas.
El problema de fondo es que el modelo económico adoptado por el Perú, desde 1990, genera crecimiento económico sin reducir la desigualdad. Mientras el crecimiento va en ascensor, la equidad va por la escalera. La crisis distributiva proviene de que quienes van por la escalera probablemente no alcanzarán a los que van por el ascensor. Eso genera frustración y envidia, porque el sistema no tiene posibilidades de autocorregirse y de hacer que todos vayan por la misma vía o a la misma velocidad.
Ante esto solo cabe la intervención decidida del Estado, para corregir o, por lo menos, para aminorar las desigualdades, afrontar la crisis distributiva y reducir las tensiones sociales. El problema actual es que el Estado, pese a tener recursos financieros para redistribuir, no tiene la capacidad para suministrar educación adecuada, servicios de salud que prevengan la muerte infantil por el frío o de construir una carretera en el plazo ofrecido. Es decir, el principal problema de la actual situación es que tenemos un Estado débil que no puede gastar con calidad, oportunidad y donde se lo necesita.
Un crecimiento que no genera equidad más un estado débil puede ser la combinación que podría llevar el péndulo peruano hacia el intervencionismo.
Por: Efraín Gonzales, Economista
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